Política

De anarquistas insurreccionales, anarcofeministas y ecoterroristas

Ni gobiernos anteriores ni el del presidente, Andrés Manuel López Obrador han sabido contenerlos, plantean Carlos Illades Aguilar y Rafael Mondragón Velázquez, autores del libro “Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos”.

En México operan grupos de izquierda radical, entre los que destacan tres tendencias: los anarquistas insurreccionales, las anarcofeministas y los ecoextremistas o ecoterroristas. Son grupos que se asumen enemigos del Estado, el capital, el patriarcado y la civilización, según el caso. Ni gobiernos anteriores ni el del presidente, Andrés Manuel López Obrador, han sabido contenerlos, plantean Carlos Illades Aguilar Rafael Mondragón Velázquez.

Los autores del libro “Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos”, editado por Debate y que ha comenzado a circular en librerías, describen en entrevista, esos núcleos de una izquierda mexicana insumisa, que no admite la política tradicional y los partidos, la negociación o acuerdos con la autoridad y que apuesta a la violencia callejera.

Sin embargo, Carlos Illades Aguilar destacó que si sólo los pensamos como los violentos, porros o inadaptados, no es posible comprender qué lógica los mueve.

No debemos pensar que su objetivo es la violencia; es su recurso. Ellos buscan “crear cortos circuitos” en el funcionamiento regular de la sociedad y del Estado. Con eso abren espacios para su acción política.

Dijo que, si bien la violencia es importante en la forma de intervenir de esos grupos y en ocasiones la utilizan como espectáculo para llamar la atención, cabe la reflexión sobre ¿qué esperábamos? de las manifestaciones de inconformidad en un contexto social donde la violencia es la constante.

De acuerdo con el académico, entre las causas que mueven la acción de estos grupos están las reivindicaciones antiguas de la izquierda anarquista, socialista, comunista, que plantean ideas como la extinción del Estado, la abolición del dinero, la supresión del capitalismo, acabar con el trabajo como algo que produce valor económico, entre otras. Eso está mezclado con una agenda contemporánea, marcada por un lado por la ecología y por otro el feminismo. De ahí las tendencias que sobresalen.

Para los autores, el desdibujamiento del obradorismo como proyecto de izquierda, su previsible fracaso cual oposición de cambio y su desatención a las reivindicaciones de los movimientos sociales contemporáneos, permiten pensar que estos grupos anarquistas carecerán de rivales de consideración dentro de la izquierda.

Ambos “guardan reservas” respecto de la deriva política que estos núcleos “que podrían radicalizarse hacia la izquierda, ser capturados por poderes fácticos o traspasar esa frontera porosa que separa los extremismos de signo ideológico distinto, pero que comparten una postura antisistémica.

Clases populares y anarquistas

Carlos Illades Aguilar expuso que una de las debilidades del obradorismo es que, aunque hable en nombre del pueblo y tenga un apoyo, sin duda masivo y particular en las clases populares, no las ha empoderado.

“Yo no veo un gobierno volcado hacia formas de autogestión comunitaria o barrial que pudiera ser una forma de neutralización”.

Dijo que si bien el Estado tiene la obligación de contener a estps grupos radicales, el problema es ¿cómo lo va a hacer?

En ese sentido, indicó que se tienen que crear mecanismos mediante los cuales se pueda aminorar los daños, dificultar sus formas de acción, sin llegar a una violencia represiva y para eso los órganos estatales están incapacitados, pues los de seguridad mexicanos o son permisivos o criminales. No saben contener sin violentar.

Rafael Mondragón Velázquez comentó que la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia a contribuido al vaciamiento de grupos anarquistas en México, lo cual no significa que vayan a desaparecer, porque las causas estructurales y directas que permiten que estos grupos crezcan se mantienen.

Además, recordó que es un error pensar que estos grupos expresen demandas que quieran que la sociedad atienda, pues eso va con un modelo de democracia en el cual ellos no creen. Lo que estos grupos intentan es hacer evidente un conflicto que está en la base de la sociedad, por medio de acciones espectaculares, que tienen el objetivo de que quienes las observan caigan en conciencia de que la realidad en que viven está enmascarada y a partir de ellos se rebelen contra el poder instituido y tomen acciones que cambien las cosas.

Si las causas que hacen que estos grupos se manifiesten no son atendidas, estos grupos irán creciendo cada vez más y sus acciones se volverán incontrolables, advirtió.

El profesor universitario recalcó que, independientemente de que se simpatice o no con estos grupos, es importante ver que están señalando un problema de fondo que es un problema de todos: la conciencia apocalíptica que tienen, en el sentido de que el mundo no da para más y que hay que establecer un corte radical de la forma en que este mundo se reproduce, porque si no, el fin va a llegar y no vamos a estar preparados.

En ese sentido mencionó que, si bien organismos internacionales llevan décadas hablando de fenómenos como el calentamiento global, las limitaciones del modelo de desarrollo o más concretamente que América Latina es la región más desigual del planeta, hay una normalización colectiva de ese estado de cosas. Eso abona a que las crisis se reproduzcan de manera ampliada.

Eso es lo que permite que esos grupos se reproduzcan porque cada vez le hacen más sentido a la gente.

Ante esa situación, continuó, durante las últimas décadas la respuesta a las acciones de estos grupos ha sido la violencia represiva, lo cual ha ayudado a que crezcan, porque para ellos ese tipo de reacciones de la autoridad evidencian que las maneras democráticas de solución de conflicto yan no son posibles.

Crisis en el horizonte

A su vez Carlos Illades Aguilar mencionó que actualmente la sociedad y las instituciones no ofrecen canales para procesar sus demandas, en parte porque se trata de grupos antisistema, además de que hoy tenemos un Estado deficiente, que a ratos es autoritario y a ratos inexistente.

Las mismas limitaciones del Estado y del sistema económico que produce y reproduce una desigualdad muy grande y la injusticia ayuda a que se creen estos grupos y ya activados es muy difícil tratar con ellos porque no pretenden negociar sino romper los circuitos del funcionamiento de la sociedad.

Expuso que el anarquismo insurreccional comenzó a entrar en un reflujo en México alrededor de 2016, luego de una época de mayor activismo entre 2008 y 2013.

Ese reflujo tuvo que ver con la acción estatal, los conflictos entre esos mismos grupos y las elecciones de 2018, cuando una parte de ellos apoyó la construcción de la candidatura presidencial independiente de María de Jesús Patricio Marichuy

Recordó que la EuroPol emitió un reporte según el cual los anarquistas mexicanos eran una de las amenazas al mundo.

De los ecoterroristas apuntó que ya van dos años que no se tienen noticias de sus acciones, pero antes han puesto pequeños artefactos explosivos en la correspondencia de profesores o funcionarios de centros de investigación o educativos relacionados con nanociencia.

En el caso de las anarcofeministas están en clara actividad y crecimiento.

Aunque hay registro de acciones de ellas desde 2014, cuando apareció el grupo COFIA, que pusieron artefactos explosivos en algunas iglesias del centro de la Ciudad de México, no tienen las mismas demandas de otros grupos feministas. Ellas están en contra del género, pues lo consideran como una forma de feminismo burgués. Están en contra del capitalismo, el estado y otras cosas.

Rafael Mondragón Velázquez recalcó que ante la crisis del horizonte de futuro, las izquierdas radicales responden con rabia, lo cual explica el crecimiento de la tendencia nihilista (grupos más radicales), que, si bien no es un fenómeno exclusivo de la izquierda, se caracterizan por estar en un clima de tristeza, resentimiento, rabia y angustia colectiva.

Los nihilismos políticos son una manifestación más de una crisis generalizada que supone a la sociedad en su conjunto el reto de recuperar el horizonte de futuro y el proyecto compartido, porque sin ello la violencia callejera desencadenada en estas protestas se volverá no solo en contra de la población en general, sino en contra de las mismas personas que la implementan, añadió.

Fuente: El Economista

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