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Compran saltillenses ropa de segunda mano... ¿Contra el cambio climático?

De acuerdo a la ONU, la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo. En Saltillo, las ‘nenis’, los bazares y los mercados ayudan a tener otros hábitos de consumo

La compra de ropa de segunda mano se ha convertido en un método para dejar de replicar el modo de producción de “moda rápida”, mismo que la ONU define “que ofrece a los consumidores cambios constantes de colecciones a bajos precios y alienta a comprar y desechar ropa frecuentemente”.

En ese sentido, los mercados, las ‘nenis’ y los bazares han sido el punto para que -principalmente- las mujeres adquieran otro tipo de consumo que es más barato que el convencional y además disminuye el cambio climático.

De acuerdo a datos de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo(UNCTAD por sus siglas en inglés), la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo.

Lo anterior se debe a que, de acuerdo al sitio web de la ONU, “el rubro del vestido utiliza cada año 93 mil millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas, y que también cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, lo que equivale a 3 millones de barriles de petróleo.

Asimismo, la industria de la moda contribuye al cambio climático pues “produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos”.

Al respecto, la diseñadora de modas y activista saltillense, Noré Torres, explicó en entrevista para VANGUARDIA que lo anterior se dio porque las grandes marcas de ropa aprovecharon los frenéticos hábitos de consumo y produjeron nuevas líneas de ropa en cortos periodos de tiempo.

“Comenzaron a utilizarse materiales baratos para que le saliera barata la producción y pudieran vender barata la ropa y así el consumidor pudiera comprar más veces en su tienda”, detalló Torres.

Agregó que este problema se ha agravado en tiendas como Shein, quienes tienen prácticas de esclavitud en su producción además de sacar modelos nuevos todos los días, aunque se venda solo entre el 30 y el 40 por ciento.

La activista Eli Eli inauguró en noviembre del año pasado Casa Floral, en la calle Francisco Murguía en Saltillo, donde ha comenzado a acercar a las personas al arte de artistas mujeres con venta y exposiciones. Para subsistir, Casa Floral cuenta con un bazar de ropa de segunda mano.

Eli Eli contó para VANGUARDIA que “el second hand ha sido históricamente un espacio donde acceden las personas con ciertas vulnerabilidades y de alguna forma han accedido a la vestimenta o consumir ciertas marcas”.

Actualmente, se habla del second hand como una práctica común de consumo para de alguna manera revertir los efectos que provoca el fastfashion en temas ambientales”, detalló la fundadora de Casa Floral.

Mencionó además que la adquisición de ropa de segunda es “un acto de resistencia y una “herramienta para el consumo responsable y sostenible”.

No obstante, también mencionó que tiene que seguir siendo cuestionable, pues aunque sea de segunda mano, “seguimos consumiendo ropa que proveniente del norte global, pero que fueron fabricadas en maquiladoras asiáticas que cruzaron océanos y llegan a países económicamente vulnerables después de ser usada (o no) por personas que representan la idea del ‘progreso’

LAS CONSUMIDORAS

Isabel Hernández es historiadora y detalló que prácticamente el 70 por ciento de su ropa fue adquirida de segunda mano, principalmente por redes sociales con las ‘nenis’.

Detalló que deja de utilizar su ropa cuando ya no le gusta o cuando está inservible. Cuando no le gusta y está en buen estado, la dona y cuando la prenda sufrió daños irreparables, la convierte en trapos.

“Si se rompe o se mancha, intento repararla. Si ya no se puede, la dono o la regalo”, detalló Hernández.

Aclaró que no considera que mitigue como tal la moda rápida porque “es una industria monstruosa y el que yo compre una prenda de segunda mano cada mes, pues no va a acabar con ella”.

Sin embargo, reconoció que sí siente que deja de participar en la dinámica de consumo que contamina con la moda rápida.

Por su parte, la activista Camila Fuentescoincidió y dijo que el 70 por ciento de su ropa fue adquirida de segunda mano, aunque mencionó que las adquiere en tiendas deEstados Unidos, en el mercado de la Plaza de la Madre y en el de la Bellavista.

Agregó que deja de usar su ropa cuando no le queda y entonces la dona o la revende. “La que ya está muy maltratada o con manchas grandes, entonces las hago trapitos para la casa y el taller de mi papá”, detalló.

OTRAS ACCIONES PARA REDUCIR EL FAST FASHION

Asimismo, Noré Torres explicó que otro método para reducir el consumo de moda rápida es tener prendas que puedan ser combinadas muchas veces entre el mismo clóset y no para atuendos específicos.

La modista además detalló que “la conversación se tiene que llevar a cómo son los hábitos de consumo y criterios se utilizan para comprar ropa.

“Claro que lo ideal sería comprar todo de algodón orgánico o materiales sustentables, pero es muy caro, la gente compra en Shein porque es para lo que le alcanza”, explicó.

Puntualizó que es importante preguntarse “qué se compra, cada cuánto y por qué se compra. No comprar solo por subirse a tendencias”.

Fuente: Vanguardia MX


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