Dilema de lo menos malo, malo y peor en las relaciones Estados Unidos-Cuba
Durante 61 años, Estados Unidos ha impuesto un bloqueo económico sobre Cuba. Ya sean republicanos o demócratas, cada presidente toma acciones con respecto a la isla; algunos sólo agravan más la situación de la isla caribeña
Connecticut, Estados Unidos. Los recientes gobiernos de Estados Unidos –sean del partido demócrata o del republicano– han demostrado que son un partido único que defienden sus intereses de clase a nivel nacional e internacional. Esta unicidad se ha ido acrecentando en vez de disminuir, en un acto de concentración plutocrático/imperialista del poder político.
Sin embargo, hay facciones dentro de ellos que están enfrentadas entre sí con ferocidad. Aunque ninguna es buena, las podríamos catalogar como la “menos mala” –al menos en lo que respecta a la política cubana ejemplificada por Barack Obama–, la “mala” –de Joe Biden en la Casa Blanca– y la “peor” –de la ultraderecha republicana con Donald Trump, Ronald De Santis, Marco Rubio y otros de tal calaña–. No es lo mismo “juntos” que “revueltos”. La diferencia entre una facción “mala” y una “peor” puede representar la supervivencia o el fin de la Humanidad.
Desde 1959 hasta el año 2014
Recientemente se cumplieron 61 años de la orden ejecutiva del presidente John F. Kennedy, la cual impuso “un embargo a todo el comercio con Cuba”. Ésto era sólo la implementación “legalista” de un bloqueo ya existente desde tiempo atrás.
El concepto inicial de la presión económica de Estados Unidos era crear “dificultades” y “desencanto” entre la población. Además de negar “dinero y suministros a Cuba, disminuir los salarios monetarios y reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Tal dice el infame memorándum de Lester D. Mallory, bien conocido y notorio, pero que debe ser mencionado.
Tras 20 años después de la imposición, la CIA publicó un estudio sobre el “embargo” –una guerra económica en toda magnitud–. En éste, concluyó que las sanciones “no han cumplido ninguno de sus objetivos”. Lo mismo dijo el expresidente Obama el 17 de diciembre del 2014. Sin embargo, el bloqueo sigue en vigor hoy día. Continúa causando infinito dolor al pueblo cubano.
Es necesario expresar que, cuando este decreto de exterminio fue oficializado, más del 82 por ciento de los cubanos no habían nacido –pero sufren sus consecuencias–. Desde 1959-1960, el presidente Dwight D. Eisenhower impuso las primeras sanciones económicas contra el gobierno revolucionario de Cuba.
En 1960 el comandante en jefe, Fidel Castro, nacionalizó las compañías petroleras estadunidenses y británico/holandesas por negarse a refinar el petróleo soviético. De haber ocurrido, hubiese causado un colapso de la economía y de la capacidad de defensa del país. Eisenhower tomó represalias cortando las ventas de azúcar a Estados Unidos. Dicha acción comprendían alrededor del 80 por ciento de las exportaciones de ese rubro. Más tarde prohibió las exportaciones estadunidenses a Cuba con la excepción de alimentos y medicinas.
Estas sanciones fueron parte de una estrategia más amplia de Estados Unidos para derrocar a Fidel Castro. Para este fin, apoyó a los oponentes internos del dirigente socialista y realizó los preparativos para una invasión. Al mismo tiempo, utilizó a cubanos exiliados en territorio estadunidense –organizados, entrenados, armados y pagados por la CIA–, numerosos intentos de asesinato y una inmensa panoplia de agresiones y actos hostiles de todo tipo.
La intención de este artículo es discutir el papel de los partidos demócrata y republicano en el poder con respecto a Cuba. Asimismo, cuál debe ser la posición de los amigos del país caribeño en Estados Unidos al respecto. Sobre todo hoy en día, con las elecciones generales dentro de 16 meses, en noviembre del 2024.
Se avizora un enfrentamiento no entre el bien y el mal, sino entre “lo malo y lo peor”. Por supuesto, cualquier cambio o continuación de gobierno en Estados Unidos tiene un impacto en Cuba de una forma u otra. El actual gobierno de Biden ha estado muy por debajo de las expectativas y de sus promesas durante la campaña electoral.
Pero, debemos preguntarnos: ¿Qué hubiera pasado de haber sido reelecto Trump? ¿Qué habría podido pasar en abril de 1961 cuando la invasión mercenaria o en octubre de 1962 durante la Crisis de los Misiles si el presidente de Estados Unidos hubiera sido Richard Nixon y no John F. Kennedy? Nunca lo sabremos. Sin embargo, las posibilidades de que nuestro país y el mundo hubieran sufrido consecuencias mucho peores son altas.
El mundo real no es binario. No es bueno o malo, sino con matices entre los dos extremos. Cuando veamos “lo malo”, debemos considerar que siempre está latente lo “peor”.
¿Cómo se manifestaron respecto a Cuba los gobiernos “demócratas” y republicanos en Estados Unidos?
Desde 1959 hasta el muy temporal y limitado “deshielo” de 2014, ocurrieron los siguientes hechos en las relaciones bilaterales durante los gobiernos del partido republicano:
D Eisenhower eliminó las ventas de azúcar de Cuba a Estados Unidos –ésto después de completar la zafra y con los almacenes repletos, los cuales no podían venderse fácilmente en otros mercados–. Luego prohibió las exportaciones estadunidenses, excepto alimentos y medicinas. Apoyó a los contrarrevolucionarios internos, incluso actos de terror y sabotaje. Realizó los preparativos para una invasión y formó la infame Brigada 2506, usando cubanos exilados pagados por la CIA.
Richard Nixon supervisó la aplicación estricta del bloqueo. Fomentó y/o permitió lanchas piratas, numerosas y sangrientas provocaciones en los límites de la ilegalmente ocupada base naval de Guantánamo. Además de atentados terroristas contra instalaciones diplomáticas y otras entidades cubanas en el exterior. Relacionado con los círculos más reaccionarios y terroristas, varias personas de origen cubano participaron en el acto criminal conocido como Escándalo Watergate. Al final, fue forzado a renunciar.
Durante el gobierno anodino de Gerald R. Ford J., la política exterior de los Estados Unidos dependió por completo del malvado y brillante, Henry Kissinger. Ante la creciente resistencia por parte de un grupo de países en la Organización de los Estados Americanos, Washington escogió no enfrentarse a la mayoría de los miembros. Varios Estados de la región restablecieron relaciones con La Habana.
La votación de Estados Unidos fue parte del esfuerzo fallido del secretario de Estado Kissinger para tratar de “normalizar” las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Levantó algunas limitaciones para el comercio entre La Habana y subsidiarias de las empresas estadunidenses que operaban en países terceros. Y parcialmente prohibió a los buques que comerciaban con la isla atracar en Estados Unidos.
En el mandato de Ford, se produjo uno de los más terribles y criminales atentados contra Cuba: la voladura terrorista del vuelo 455 de Cubana de Aviación en Barbados.
Ronald Reagan fue un enemigo jurado del progreso humano y de la sociedad socialista en el mundo. Impuso nuevas sanciones para “castigar” a Cuba por su apoyo a los movimientos revolucionarios en Centroamérica y en otras regiones. Restableció la prohibición de viajar a la isla a la mayoría de los residentes estadunidenses. Al mismo tiempo, negó la entrada de la mayoría de los cubanos a Estados Unidos. E impidió la importación desde terceros países de cualquier producto que contuviera níquel cubano.
Incluyó a Cuba en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo Internacional, en la cual permaneció hasta 2015. La mayoría de las sanciones resultantes ya formaban parte del bloqueo a Cuba. Sin embargo, hizo que las instituciones financieras internacionales fueran más reacias a hacer negocios con la isla.
Uno de los más notorios escándalos de Estados Unidos ocurrió durante su mandato. Fue conocido como Irán-Contras y también contó con la participación de notorios terroristas de origen cubano en posiciones claves. En 1983, ordenó la brutal invasión a Granada, en la cual murieron 24 internacionalistas cubanos y centenares de granadinos.
Mientras el presidente George HW Bush y el líder soviético Mijail S. Gorbachov “negociaban” el fin de la Guerra Fría –o mejor dicho, la rendición incondicional y desaparición de la Unión Soviética–, Estados Unidos presionó al agonizante gigante socialista para que cortara la colaboración con Cuba como condición de la ayuda estadunidense a Moscú. El oligárquico y entreguista primer presidente de Rusia, Boris N. Yeltsin, se doblegó ante la demanda de Washington.
Con la economía cubana en condiciones precarias, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la ley Torricelli. Fue promulgada por George H. W. Bush el 23 de octubre de 1992 en plena campaña electoral. Tenía el propósito de ganarse al electorado de Florida.
Estaba concebida para endurecer el bloqueo al máximo. Ésto con la esperanza de lograr un cambio de régimen en Cuba y convertirla en un estado vasallo de Estados Unidos. También reforzó la extraterritorialidad. En países terceros, las filiales de empresas estadunidenses cortaron unos 700 millones de dólares en comercio, principalmente en alimentos y medicinas.
Restauró la prohibición de que los barcos que comerciaran con Cuba atracaran en puertos de Estados Unidos –sólo tras un plazo de 180 días–. Le dio al presidente la autoridad para cortar la asistencia extranjera a cualquier país que ayudara a la isla. Especificó que el bloqueo sólo debería levantarse cuando se hubiera convertido en una democracia modelada en el sistema político estadunidense. Y, por último, autorizó el incremento del multimillonario apoyo a la contrarrevolución interna. Indudablemente, este presidente republicano dirigió uno de los gobiernos más agresivos contra Cuba.
Su hijo no se quedó muy atrás. Los ultraderechistas de origen cubano en Florida desempeñaron un papel clave en la victoria electoral del presidente George W. Bush en 2000 en Florida. Ésto debido a que fue “especialmente receptivo” a sus demandas de endurecer el embargo. Para este fin, nombró una Comisión de Asistencia a una “Cuba Libre” para trazar cómo “lograr un fin expedito de la dictadura de Castro”.
Siguiendo sus recomendaciones, Bush abolió los viajes de persona a persona. Restringió los intercambios académicos de tal manera que sólo sobrevivió un puñado de programas de estudio en el extranjero entre universidades estadunidenses y cubanas. Los viajes a Estados Unidos prácticamente cesaron. Los estadunidenses de origen cubano se limitaron a visitar la isla cada uno o tres años. Como consecuencia, se redujeron los límites de las remesas familiares.
Cuando visité Santillana del Mar en Asturias –la tierra de mis ancestros–, me sorprendió que esa bella población no es “santa”. Ni es “llana” con una loma en cada calle. Tampoco tiene “mar”; no está en la costa.
Lo mismo me pasa con el partido demócrata de Estados Unidos, donde existe de todo, menos la muy mentada “democracia”. Sólo está presente en su nombre. Además, disminuye mientras ascendemos en la cadena de mando de esa organización política. Tampoco es un partido sensu strictu.
De la tribu demócrata, el primer y único presidente católico hasta el actual Joe Biden, John F. Kennedy, usó la ley de Asistencia Extranjera para imponer un embargo completo a todo el comercio con Cuba después del desastre de la invasión de Playa Girón –descalabrada por el pueblo cubano en 66 horas en abril de 1961– y de la Crisis de Octubre.
Al año siguiente, usó la ley de Comercio con el Enemigo y amplió el “embargo” –bloqueo– para las transacciones financieras. El Departamento del Tesoro creó el Reglamento de Control de Activos Cubanos (CACR) para catalogar cuáles serían permitidas.
Las sanciones de la era Kennedy –al igual que las de Eisenhower antes y de los demás después– eran parte de un programa multifacético dirigido al cambio de régimen. Incluía sabotaje y ataques paramilitares lanzados desde Estados Unidos.
El 3 de febrero de 1962, firmó la Proclama –o Acción Ejecutiva– 3447 que oficializó el bloqueo contra Cuba. El 22 de noviembre de 1963, el primer mandatario estadunidense murió asesinado en Dallas, Texas, en el marco de una extensa conspiración, donde exiliados cubanos participaron tanto directa como indirectamente. Así le paga el diablo a quien le sirve.
La política de “negación económica” del presidente Lyndon B. Johnson se centró en hacer que el bloqueo fuera multilateral. Estados Unidos sobornó y estimuló por diversas vías a países miembros de la Organización de Estados Americanos para que se unieran. Incitó a cortar las relaciones diplomáticas y económicas con la isla. Sólo México se negó.
De igual manera, Johnson prohibió la venta de alimentos a la isla –a la que John F Kennedy había eximido del “embargo”–. Además, rechazó el argumento del fiscal general, Robert F Kennedy, de que los viajes deberían estar exentos porque prohibirlos era antiestadunidense.
La operación de la CIA –con la participación directa de terroristas de origen cubano para destruir la guerrilla de Bolivia y asesinar al heroico Ernesto Guevara, el Che– ocurrió durante el mandato de Lyndon B. Johnson (1).
El presidente Jimmy Carter antecedió a Barack Obama en pensar “normalizar” las relaciones con Cuba. Como primer paso levantó parcialmente la prohibición de viajar. También autorizó a los cubanos radicados en Estados Unidos a enviar remesas a sus familiares en la isla. Incluso consideró levantar el bloqueo de alimentos y medicinas sobre bases humanitarias. Sin embargo, decidió no hacerlo, pues no quería que Cuba dispusiera de más recursos y le diera un impulso a su economía de esa forma.
Más tarde, cuando la isla pidió comprar docenas de tipos de medicamentos disponibles sólo de proveedores estadunidenses, el entonces asesor de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, convenció a Carter de negarse. Ésto bajo el pretexto del apoyo internacionalista de Cuba a Angola y Etiopía. En general no hubo cambios significativos en la política de Estados Unidos hacia Cuba durante su mandato.
Durante la crisis migratoria de los “balseros”, el presidente Bill Clinton cortó las remesas familiares y detuvo los viajes aéreos entre Estados Unidos y Cuba. En un acto de suprema hipocresía, pretendía “castigar” al gobierno de la isla por permitir que sus ciudadanos se fueran del país. Los migrantes rescatados en el mar fueron “internados” en la Base Naval de Guantánamo en condiciones de cautiverio.
En 1996, después de que la Fuerza Aérea de Cuba derribara dos avionetas en defensa de su espacio aéreo –hecho en el cual perdieron la vida cuatro miembros de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate–, Clinton firmó la ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática, conocida como la ley Helms-Burton.
Esta norma codificó las disposiciones del bloqueo y amplió su alcance extraterritorial. Especificó que sólo podría levantarse una vez que la isla se convirtiera en una “democracia multipartidista y de libre mercado”. Además, debía compensar a los ciudadanos estadunidenses y a los cubanos radicados en Estados Unidos por las propiedades nacionalizadas después del triunfo de la Revolución.
Para desalentar la inversión extranjera en Cuba, el Título III de la ley permitía a toda persona –que hubiera perdido propiedades en la isla– demandar a cualquier individuo o empresa que “traficara” –es decir que hiciera uso beneficioso– esa propiedad ante un tribunal federal de Estados Unidos. De esta manera, ponía a los inversionistas extranjeros en riesgo de litigio parcializado de antemano.
La ley Helms-Burton permitió al presidente renunciar a la activación del Título III. Por lo cual no entró en vigencia hasta que el presidente Donald Trump decidió no renovar la exención en 2019. Éste es uno de los más brutales y perniciosos componentes del bloqueo.
En 1998 durante la visita a Cuba del papa Juan Pablo II, Bill Clinton restauró el servicio aéreo chárter y las remesas familiares. Asimismo, alivió las regulaciones de viaje para permitir que los residentes –en particular los católicos “cubanoamericanos”– fueran a ver al Pontífice a la isla.
Un año más tarde, autorizó la expansión del servicio aéreo y las remesas “donativas”. También inauguró los viajes “pueblo a pueblo”. Ésto permitió a los residentes de Estados Unidos visitar Cuba para una variedad de fines culturales y educativos. Al final de la administración Clinton, unos 250 mil estadunidenses visitaban la isla.
El cabildeo para el comercio humanitario con Cuba –una alianza de unas 600 organizaciones empresariales y 140 grupos religiosos y de derechos humanos organizados por la Cámara de Comercio– lograron eliminar el embargo sobre las ventas agrícolas con la ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y Mejora de las Exportaciones.
Al mismo tiempo para “apaciguar” con la típica politiquería y la falta de moral a los opositores agrupados en la mafia de Miami, los líderes del Congreso acordaron prohibir cualquier financiamiento del gobierno de Estados Unidos o del sector privado a tales compras. Igualmente, acordaron impedir el “turismo”, definido como cualquier visita a Cuba no incluida en las 12 categorías autorizadas de viajes legales.
A pesar de las restricciones crediticias, Cuba comenzó a comprar alimentos a productores estadunidenses en 2002. Las negociaciones se han hecho con un promedio de alrededor de 300 millones de dólares desde entonces.
Al final del gobierno de Bill Clinton fueron arrestados los antiterroristas cubanos, los cinco héroes de la llamada Red Avispa. Se inició de inmediato la movilización mundial para su libertad. Igualmente, se produjo el intento de secuestro del niño y hoy ingeniero, Elián González (2). Cuba también ganó esa batalla liderada por el comandante en jefe, Fidel Castro.
Desde su postulación en 2008, Barack Obama declaró que la hostilidad de Estados Unidos hacia Cuba era una política fallida y prometió algo diferente. Apenas unos meses después de la toma de posesión, levantó los límites a los viajes y remesas de los cubanos radicados en su país.
Cuando el intento del Congreso de legalizar los viajes a la isla fracasó en 2010, Obama restauró los viajes de persona a persona. Revirtió los límites de Bush a los intercambios académicos en enero siguiente. Y el 17 de diciembre de 2014, los presidentes Obama y Raúl Castro anunciaron su intención de restablecer las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. De esa manera, avanzar hacia los vínculos normales.
Durante los siguientes dos años –en enero y septiembre de 2015 y en enero, marzo y octubre de 2016–, Obama aprobó cinco limitados paquetes de reformas a las Regulaciones de Control de Activos Cubanos. Cada uno aflojó un poco el embargo.
-Los cambios regulatorios aceleraron las visitas al eliminar la necesidad de obtener una licencia de viaje “específica” previa del Departamento del Tesoro y permitir los viajes educativos “de persona a persona” a los interesados.
-Se restableció el servicio de correo y los enlaces aéreos comerciales con destinos en la isla. Facilitaron el comercio al permitir contratos con el gobierno cubano para servicios de telecomunicaciones, visitas a líneas de cruceros, administración de hoteles y otras transacciones que “satisfacen las necesidades del pueblo”.
-En teoría se permitió el comercio bidireccional con empresas privadas cubanas y las inversiones estadunidenses en las industrias de telecomunicaciones y farmacéuticas. Aunque de forma inadecuada y sesgada.
-Fue autorizada la exportación estadunidense de bienes para proteger el medio ambiente, apoyar la cooperación científica y cultural, ayudar a los agricultores y empresas privadas y promover la seguridad de la aviación civil.
-De importancia particular, Obama levantó la prohibición de las llamadas transacciones financieras internacionales de “giro en U” –un elemento clave de la extraterritorialidad del bloqueo–. Toda transacción internacional que involucrara dólares estadunidenses debía ser compensada a través de una institución financiera de Estados Unidos, incluso si ninguna de las partes era una persona o compañía de dicho país.
Las timoratas, pero positivas acciones de Barack Obama marcaron un cambio de dirección en el bloqueo. Hasta ese momento tendía a exacerbarse en vez de debilitarse. Sin duda, de las presidencias de Estados Unidos en relación con Cuba, fue la de Obama la portadora de una actitud “menos mala”.
Fuente: Contralinea